Contrario a lo que se pensaba, las condiciones extremas de los ecosistemas montañosos no han frenado el avance de especies exóticas, como el diente de león y el dedal de...
Contrario a lo que se pensaba, las condiciones extremas de los ecosistemas montañosos no han frenado el avance de especies exóticas, como el diente de león y el dedal de oro, que se propagan a través de los caminos. Esto se agudizaría por factores como el turismo y el cambio climático (Mundo Agropecuario).
Para cimentar un camino, como una carretera o una vía férrea, es necesario remover la vegetación nativa de un lugar. Esto no solo permite el acceso del humano a sitios más elevados de las montañas, sino también de plantas exóticas introducidas intencional o accidentalmente, que pueden alterar la biodiversidad, los servicios ecosistémicos, y procesos ecológicos como los ciclos de nutrientes, la producción de agua y los regímenes de incendios.
Por ello, un equipo internacional de científicos investigó este fenómeno en montañas de Chile, Argentina, Australia, Noruega, Suiza y Estados Unidos. El estudio, publicado recientemente en la revista Biological Invasions, analizó las características de este proceso, con el fin de identificar las semejanzas y diferencias de las invasiones en distintos rincones del planeta.
“Se pensaba que las invasiones en alta montaña iban a ser menores por la rigurosidad de sus condiciones. Sin embargo, hoy sabemos que no es cierto, ya que varias especies exóticas han llegado a estas zonas en todo el mundo. Además, en Chile ocurre algo bien particular, pues hemos encontrado que la vegetación nativa favorece el establecimiento de plantas introducidas”, señala Lohengrin Cavieres, científico del Instituto de Ecología y Biodiversidad (IEB) y académico de la Universidad de Concepción.
Los investigadores tomaron muestras de la vegetación alrededor de las carreteras de siete regiones montañosas: Farellones y La Parva en los Andes de Chile, el Parque Nacional Nahuel Huapi en Argentina, el Parque Nacional Kosciuszko en Australia, los Scandes en Noruega, el Cantón Valais en Suiza, el Parque Nacional Yellowstone y las montañas Wallowa en Oregón, ambos en Estados Unidos.
Las especies foráneas se introducen, normalmente, a baja elevación y luego “escalan” a lo largo de las carreteras, facilitadas por el humano y la remoción de las plantas autóctonas. No obstante, algunos organismos son capaces de asentarse lejos de los caminos, colonizando lugares donde todavía permanece la vegetación nativa, desplazándola eventualmente.
Cavieres explica: “Los caminos son utilizados por vehículos y personas que, entre medio de las ruedas, ropas o botas, van captando y moviendo semillas, las cuales van cayendo a medida que escalan la montaña. Si el lugar ofrece condiciones apropiadas para que germinen, la planta se establecerá y expandirá, en la medida de lo posible.”
En ese sentido, las especies de todos los sitios de estudio fueron, en su mayoría, ruderales, es decir, aquellas de crecimiento rápido y generalistas en su uso de hábitats y recursos.
Sin embargo, en contraste con el resto de los lugares, “la vegetación nativa en Chile favorece el establecimiento de especies exóticas, particularmente las plantas en cojín, las cuales generan microambientes propicios para ellas. Desde el punto de vista científico, es una paradoja, y también un desafío a la hora de manejarlo”, puntualiza Cavieres.
Algunas de las plantas invasoras presentes en la zona centro y sur de los Andes son el dedal de oro, lengua de gato, altamisa y el diente de león. Este último es uno de los que llega a más altura, alcanzando inclusive los 3.600 metros.
Si bien falta investigación científica para dilucidar los reales impactos de las invasiones de plantas, se han detectado potenciales amenazas.
Por ejemplo, el diente de león tiene flores muy parecidas a las de plantas autóctonas como la estrella blanca de la cordillera (Perezia carthamoides) y la Hypochaeris thrincioides. Cuando el diente de león abunda en un sitio, suele acaparar a los insectos polinizadores.
“Cuando las especies nativas crecen rodeadas de parches de dientes de león, se reproducen menos, lo que podría generar, a la larga, una declinación en sus tamaños poblacionales”, agrega el investigador del IEB.
Por otro lado, la altamisa compite por recursos con arbustos nativos, como la uva de la cordillera (Berberis empetrifolia) y ojos de agua (Oxalis squamata).
Turismo responsable
Lo cierto es que, a nivel global, las montañas se han vuelto más vulnerables ante la pérdida de su impenetrabilidad, lo que despierta la preocupación de los científicos. Por ello, tanto Cavieres como el resto del equipo forman parte de la Red de Investigación de Invasión de Montañas (MIREN, por sus siglas en inglés).
Un elemento importante es el turismo, el cual genera un impacto directo en el traslado de plantas invasoras, a través de actividades como el senderismo, excursionismo o esquí. Sin embargo, en vez de abstenerse a frecuentar estos parajes, el llamado es a ser visitantes responsables.
“Es importante que la gente suba la montaña, no solo para apreciar su belleza escénica, sino también para aprender a valorarla”.
Además, otras investigaciones apuntan al contexto actual de cambio climático, el cual facilitaría aún más las invasiones en alta montaña por el incremento de las temperaturas.
El científico aclara que “en la alta montaña suele hacer mucho frío, lo que dificulta la presencia de varios organismos. Si transformas su paisaje y se suavizan las condiciones, las especies de más abajo pueden crecer más arriba, independiente si son nativas o exóticas, aunque estas últimas se mueven más rápido. Por tanto, el cambio climático aumenta las probabilidades de que este panorama se vuelva más oscuro”.
Por ello, el llamado de los expertos es a educar para fomentar la valoración y conservación de la biodiversidad nativa. A esto se suman acciones para un turismo responsable, como recorrer solo por los caminos establecidos, impidiendo de esa manera la propagación de plantas invasoras fuera de sus límites, e implementar otras medidas como la erradicación manual de estas plantas.
“Es importante tomar conciencia sobre las invasiones y el impacto que podrían tener, lo cual requiere más investigación. Cada uno puede promover la existencia de vegetación nativa, pero si estamos constantemente alterándola, pisoteándola y eliminándola, la recuperación del ecosistema no va a ocurrir. Por ello es clave ser respetuosos a la hora de acceder y comportarnos en la montaña. No solo entrega un paisaje bonito: es fuente de agua y nutrientes, captura carbono de la atmósfera, y otorga una serie de beneficios que necesitamos conocer”, concluye Cavieres.