Columna de opinión: Nicolás Pizarro Promovida por grupos veganos y vegetarianos recientemente se inició una campaña mundial para no consumir lácteos durante una semana, entre el 22 y 29 de...
Columna de opinión: Nicolás Pizarro
Promovida por grupos veganos y vegetarianos recientemente se inició una campaña mundial para no consumir lácteos durante una semana, entre el 22 y 29 de agosto.
Con frases como “la industria láctea está destruyendo el planeta”, esta iniciativa invita a preferir leches vegetales, promoviendo supuestamente una mejor salud para la población y el cuidado del medio ambiente.
¿Qué podemos decir al respecto? En primer lugar, en Chile en marzo del presente año se publicó en el Diario Oficial una modificación al Reglamento Sanitario de los Alimentos (RSA) que indica que sólo se puede denominar leche al producto de la glándula mamaria de un bovino y lo que aquí se promueve debería llamarse “bebida vegetal”, por lo tanto, con esta invitación a consumir “leches vegetales” se está incumpliendo con la reglamentación sanitaria chilena y además, se está comparando productos que no tienen las mismas propiedades.
Desde el punto de vista de la salud se expone una serie de información (sin mencionar fuentes) acerca de problemas que provocaría en consumo de lácteos. Si bien es cierto que desde un tiempo a esta parte existe una sensación que ha aumentado el problema de alergias alimentarias o de intolerancia a la lactosa, esto no es un fenómeno nuevo. De hecho, cuando el hombre domesticó a los primeros rumiantes y comenzó a consumir leche, 11 mil años A.C. también en ellos se produjo una selección natural, donde los que tenían la capacidad de aprovechar y digerir la lactosa, eran más fuertes y traspasaban esta características a su descendencia, hasta nuestros días.
En Chile, según estudios de la Universidad Católica se estima que cerca de un 50% de los adultos presenta síntomas clínicos de la intolerancia a la lactosa (o mala absorción de lactosa), sin embargo, hay una serie de otras patologías que generan síntomas similares como colon irritable, enfermedades celiacas o infecciones intestinales crónicas como la giardiasis. La única forma de estar 100% seguro de tener intolerancia a la lactosa es a través de un test genético que verifique si presentamos la condición (lactasa-deficiente) o de buen absorbedor de lactosa (lactasa-persistente), por lo tanto, no es que la leche de vaca le haga mal a toda la población, sino que hay ciertos grupos que presentan este problema. Por eso, la industria ha desarrollado también productos especiales, sin lactosa, para que estos consumidores puedan aprovechar las ventajas nutritivas de la leche.
En efecto, la leche es uno de los alimentos más completos, aportando agua, azúcar, grasa y proteínas de alta calidad nutricional, siendo su aporte en nuestra salud más allá del calcio para los huesos, ya que contribuye con otros micronutrientes como magnesio, selenio, un importante contenido de yodo especialmente para mujeres en edad fértil y vitaminas como B2, A, B9 y vitamina D, entre otras. Dentro de los macronutrientes en los últimos años la grasa láctea ha sido fuente de investigación por la presencia de ciertos ácidos grasos poliinsaturados presentes en la leche de animales alimentados en sistemas pastoriles como los del sur de nuestro país. De hecho, en los laboratorios del INIA (Morales et al, 2015) se determinó que la leche de vaca producida en el sur de Chile presenta altos contenidos de ácido linoleico conjugado (CLA) que posee características funcionales a la salud de las personas ya que se ha demostrado tanto en estudios epidemiológicos como clínicos en animales como humanos que el consumo de lácteos reduce el riesgo a ciertos tipos de cáncer, tiene efectos anti-aterogénicos (buena salud cardiovascular), tiene efectos anti-obesidad ya que ayuda a regular el peso y prevenir la diabetes tipo 2, la artritis reumatoide, el asma y enfermedades degenerativas asociadas a la edad entre otras (Den Hartigh , 2019, Preble et al., 2019 ). Por lo tanto la presentación de información de dudoso origen contrasta con la evidencia científica reciente, que nos llama a seguir confiando en las guías de alimentación saludable que hablan de consumir 3 porciones de lácteos al día, dentro de una dieta balanceada como la mediterránea.
Los datos de la ultima encuesta nacional de consumo en Chile, indican que en nuestro país estamos consumiendo la mitad de lo recomendado 1,5 porciones (ENCA, 2016), y según las últimas estimaciones de consumo de lácteos esto equivale a aproximadamente 150 litros per cápita al año (ODEPA, 2018), lejos de las estadísticas de consumo de lácteos en países desarrollados que superan los 200 litros al año. Esto es especialmente grave si lo relacionamos con la última encuesta nacional de salud (ENS 2017) en donde un 74 % de la población muestra sobrepeso. Además, según datos de una encuesta realizada por el Consorcio Lechero en conjunto con la Universidad de Chile muestra que sólo un 39% de los niños encuestados consume las tres porciones recomendadas.
Con esta evidencia, queda claro que en Chile estamos lejos de tener tasas de consumo de lácteos de los países desarrollados, que tenemos una población con problemas serios de sobrepeso y una infancia que no está consumiendo lo mínimo para su desarrollo saludable. Por todo lo anterior, llamar a evitar el consumo de lácteos, es una idea no recomendable, ni saludable, para nuestra realidad.
Desde el punto de vista ambiental, se hace mención a que la agricultura y ganadería serían una de las principales causantes del cambio climático aportando más que otras fuentes industriales. Esto no es así. A nivel mundial la ganadería y agricultura representan el 24% de las emisiones. En Chile, esto es más claro aún, ya que el sector energía el que más aporta con un 78% del total (MMA, 2019) de las emisiones de gases con efecto invernadero y solamente un 10,5 provienen de sector agrícola y ganadero. Además, no se ha considerado el aporte positivo y rol del suelo y las praderas en la captura de carbono.
El INIA está trabajando en alternativas de adaptación y mitigación para disminuir las emisiones de gases de efecto invernadero, siendo actualmente líder latinoamericano en esta materia.
Finalmente y de importancia en la parte social, ya que a nivel mundial, unos 150 millones de familias se dedican a la producción lechera. En Chile, esta actividad genera 160 mil puestos de trabajo directo y la producción anual alcanza los 2.500 millones de litros aproximadamente, la que se concentra fundamentalmente en las regiones de Los Ríos y Los Lagos, fomentando la economía rural.
Si tomamos en cuenta todos estos argumentos llamar a sumarse al desafío de no consumir lácteos por una semana, debería re-evaluarse y seria quizás mejor plantear el reto de “una semana compartir el auto o usar sólo el transporte público” Eso sería más eficiente y rentable.