Recuperar variedades que se adapten a condiciones climáticas extremas y que contribuyan a la seguridad y soberanía alimentaria, así como a la biodiversidad del sector agroalimentario, fue el tema abordado...
Recuperar variedades que se adapten a condiciones climáticas extremas y que contribuyan a la seguridad y soberanía alimentaria, así como a la biodiversidad del sector agroalimentario, fue el tema abordado en el seminario organizado por INIA y FAO, cofinanciado por Fontagro y apoyado por la COP25 (Mundo Agropecuario).
Las semillas tradicionales están cobrando relevancia, debido a sus características sensoriales y de adaptabilidad. Además de ser resilientes frente a estreses ambientales, los consumidores están demandando cultivos de antaño, como el “tomate limachino” o el “maíz choclero”, que tienen aromas y sabores inolvidables. Así lo indicó la encargada del Banco de Germoplasma del Instituto de Investigaciones Agropecuarias (INIA), Erika Salazar, quien en el marco del seminario realizado en dependencias de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) abordó la situación de las semillas tradicionales en Chile. También, investigadores asociados de INTA de Argentina, IPTA de Paraguay y la Universidad de la República de Uruguay, expusieron la experiencia de producción y comercialización en sus respectivos países.
Al respecto, Erika Salazar explicó que una de las problemáticas existentes en Chile radica en que no existe cantidad suficiente de semillas para responder a un mercado que se está abriendo a los productos patrimoniales. “Las semillas tradicionales, también llamadas locales o criollas, no están en los campos de los agricultores o éstos manejan pequeños volúmenes, y no están disponibles para quien quiera producirlas. Además, hay que trabajarlas y estudiarlas para conocer su rendimiento e identificar su potencial de respuesta frente a estreses bióticos y abióticos. Por esto, hay que fortalecer su producción, mejorar su calidad y regular su intercambio y comercialización”, enfatizó.
Otra dificultad que enfrentan las semillas tradicionales -dijo la especialista de INIA- son los vacíos normativos, respecto de su intercambio y comercialización, que se está comenzando a abordar a partir de la reciente resolución del Ministerio de Agricultura N°2638/2019 que define el concepto de variedad tradicional y abre la posibilidad de registro bajo ciertos requisitos. Mientras tanto,Uruguay y Paraguay llevan la delantera dado que realizaron modificaciones legales que reconocen la existencia de este tipo de semilla en los sistemas nacionales, permitiendo la producción y la comercialización como material reproductivo.
INIA tiene un largo trabajo para que este tipo de semillas tengan un espacio en el sistema de semillas chileno. En el marco de este esfuerzo se está en las etapas finales del proyecto de tres años “Centro de Oferta Varietal de Semillas Tradicionales: Un modelo para el Fortalecimiento del Sistema Informal de Semillas y Aumento de la Competitividad de la Agricultura Familiar”, apoyado por FONTAGRO -mecanismo de cooperación entre países de América Latina, el Caribe y España que promueve la innovación de la Agricultura Familiar Campesina, la competitividad y seguridad alimentaria- con la colaboración de la Confederación Nacional Campesina y trabajadores del agro de Chile (CONAGRO).
Al seminario internacional sobre semillas tradicionales asistieron la representante de FAO en Chile, Eve Crowley; el Seremi de Agricultura de la región Metropolitana, José Pedro Guilisasti y el encargado de relaciones internacionales de INIA y director de INIA La Platina, Emilio Ruz, quienes valoraron este tipo de iniciativas.
En especial, la representante para FAO en Chile destacó que “una manera de hacer frente al impacto del cambio climático, es seguir investigando en los alimentos más comunes y las posibles innovaciones en la forma de utilizarlos. Otra forma, es asegurando que las variedades de cultivo más resilientes, que son más resistentes a los cambios de temperatura, sean preservados en el tiempo”, enfatizó Crowley.
Centro de Oferta Varietal y Red de Multiplicadores
“El agricultor complementa el trabajo de multiplicación que hacemos nosotros en el Banco de Germoplasma de INIA, multiplicando en sus campos las variedades tradicionales que ellos desean probar. Con ello, se es más eficiente en lograr volúmenes para distribuir, algo que nosotros no podemos lograr, pues no es nuestra función como Unidad de Recursos Genético multiplicar semillas en grandes cantidades. Para lograr aquello, conformamos una Red de multiplicadores, un componente del modelo propuesto en el proyecto. Actualmente, existe una Red de 14 agricultores multiplicadores en la región de Ñuble, específicamente en San Carlos”. Además, agregó Salazar, “los agricultores nos proporcionan información de valor sobre el comportamiento de las variedades en el campo, con la reconstrucción de la historia de cada variedad, y nosotros les enseñamos mejores prácticas de conservación y multiplicación, metodologías de producción agroecológica, manejo del suelo. Es un modelo de trabajo colaborativo virtuoso entre los investigadores y los agricultores, donde el intercambio de saberes es el pilar”.
Otro componente del modelo es el Centro de Oferta Varietal (COV), que en Chile está siendo construido en terrenos del Liceo Agrícola de San Carlos, gracias a un comodato otorgado por la Municipalidad de la comuna a la Federación Violeta Parra, otros aliados del proyecto. “El COV es un banco local de semillas que será administrado por los agricultores, vinculado y supervisado por el INIA. Es un centro con funciones mixtas de conservación y de oferta de semillas. Las semillas ofertadas ahí son las que multiplican la Red de Multiplicadores y el INIA. El centro es el eslabón entre la conservación ex situ e in situ. En este centro cualquier campesino que quiera cultivar semillas tradicionales tendrá acceso y también contará con información que le ayude en su elección. Adicionalmente y, a través de una plataforma on line sencilla que se está creando, el agricultor podrá acceder a semillas que son públicas y que se han conservado gracias al trabajo y aporte del campesinado de Chile a la conservación de nuestro patrimonio agrícola”, especificó Erika Salazar.
Respecto al resguardo de semillas que desarrolla INIA, la investigadora explicó que el Programa de Conservación de Recursos Genéticos de INIA comenzó hace más de 50 años y actualmente la institución es la única en el país que tiene un sistema de Red de Bancos, con estándares internacionales, en el que se pueden encontrar varias colecciones de diversos grupos de cultivos, como cereales, leguminosas, forrajeras, hortalizas y vides. “El Centro de Oferta Varietal facilitará el acceso a este germoplasma”, anunció la investigadora.
Valor de las semillas tradicionales
Tienen la particularidad de adaptarse, lo cual está dado por el medio ambiente. Es decir, “la semilla que no es capaz de crecer en un suelo con poca agua, pobre, o en ambientes con alta radiación solar o mucho frío, va a morir. Es decir, es el ambiente el que está ejerciendo la selección y sólo van a quedar las plantas que tiene los genes que le permiten sobrevivir a esos ambientes que casi siempre son más rústicos. Dado que las semillas tradicionales son genéticamente heterogéneas, hay más probabilidades de encontrar en una población plantas con mejor respuesta”, explicó Salazar. También, la especialista señaló que esta semilla tiene un alto valor para el campesino dada la herencia cultural, algunas tienen significado religioso y otras están asociadas a sus tradiciones alimenticias y festivas.