Columna de opinión: Dr. Eduardo Peña F. Especialista en Ecología del Fuego, Facultad de Ciencias Forestales, Universidad de Concepción En las condiciones actuales de clima favorable para su ocurrencia y...
Columna de opinión: Dr. Eduardo Peña F. Especialista en Ecología del Fuego, Facultad de Ciencias Forestales, Universidad de Concepción
En las condiciones actuales de clima favorable para su ocurrencia y alta propagación, los incendios rurales no se pueden controlar ni extinguir, poniendo en riesgo no solo a la vegetación, si no que a poblados y ciudades completas. Los casos de mega incendios de severo impacto son ya de larga data e innumerables en Australia, Estados Unidos, España, Portugal y en Rusia. En Chile, esta gran amenaza ya mostró su peor cara en el año 2017 cuando ocurrió el mayor incendio rural de nuestra historia, pero 3 años antes ocurrió el peor incendio urbano en Valparaíso, quemándose más de 2900 viviendas.
La actual temporada de incendios 2019-2020 muestra un inicio amenazante para Valparaíso. El fuego afecta a todo tipo de vegetación, a pesar que sigue existiendo la creencia que la vegetación nativa no se quema con la misma intensidad que un cultivo forestal, pero el incendio de Cochrane en febrero de 2019 (más de 15.000 ha) y el gran incendio que aún afecta la Amazonía son una muestra que no existen zonas libres a la acción del fuego. Por otro lado, en todos estos eventos se comprueba que los medios técnicos de combate no son suficientes o técnicamente no existe capacidad para controlar efectivamente estos grandes eventos. Tampoco la prevención tradicional como educación, difusión y legislación ha tenido mayor impacto en reducir el problema, ya sea en Chile o a través del mundo.
Por lo anterior, queda en evidencia que se debe cambiar de estrategia de protección hacia una más adaptada al cambio climático y a una comunidad humana que sigue irresponsablemente causando incendios. Tal como se hizo en Australia en 2009, cuando grandes incendios causaron la muerte de más de 170 personas, desde ahí en adelante se asume que, habiendo combustible, los incendios no se pueden detener. Por esta razón, se decidió que la mejor prevención es exigir por ley que cada propietario rural debe eliminar el combustible en los límites de su propiedad. Si no hay combustible, no ocurren incendios y si ocurren, el fuego se puede controlar más fácilmente.
En lo personal y de acuerdo a mi conocimiento técnico del problema, debemos resignarnos a que el área rural siempre se quemará con diferentes periodos de recurrencia, que ya se está acercando a periodos entre 3 a 5 años como es el caso del área Penco-Dichato en la Región del Biobío y algunas zonas de Valparaíso. Por ahora y como principal solución debemos centrar los esfuerzos en proteger las comunidades urbanas, sean estos grandes poblados o pequeñas villas. De ahora en adelante, la planificación territorial deberá incluir como uno de los principales factores determinantes de la planificación de los centros poblados, la ocurrencia de incendios forestales como real amenaza para las viviendas y vidas humanas.
Mi propuesta para Chile es desarrollar anillos de aislamiento de las comunidades, dejando unos 30 m despejados alrededor de todo centro poblado, distancia suficiente para evitar que la radiación de energía provoque la ignición de las viviendas o que el fuego avance a través del combustible superficial. Pero esto no es suficiente, porque los incendios rurales que pasan a incendios urbanos se generan, en su mayoría, por pavesas que vuelan hacia el interior de los centros poblados o casas (vuelan hasta 2 km). Por lo tanto, más allá de los 30 m despejados, en otros 30 a 50 m, se debe trabajar en reducir la densidad del bosque (poda a 4,5 m y raleo para dejar menos de 400 árboles/ha) eliminando el combustible para evitar los incendios de copa, que son los que generan más pavesas a grandes distancias. Pero también, la ciudad debe limpiar todo vestigio de combustible fino en patios y sobre las viviendas porque es allí donde llega la pavesa a iniciar el incendio urbano. Además, se requiere que todo conjunto habitacional deje en el límite con el área rural una calle o un parque, así se podrían tener otros 15 a 20 m adicionales de seguridad, que además facilitaría el ingreso de los equipos de combate.
El problema ya es muy claro y se vislumbra del año 2000 en adelante, se acentúa en la última década y no se dispone de acciones efectivas en la mitigación de los incendios rurales. El costo de estos anillos de aislamiento urbano, lo deben asumir ambos estamentos, la ciudad sacrificando parte de su territorio urbano (no construir hasta el límite rural) y los propietarios rurales de no plantar o tener bosque hasta el borde de ciudades, villas o de caminos. La protección contra incendios se debe realizar a través de leyes de tal forma que cada año se verifique la condición de seguridad de la interfaz urbano-rural, o de lo contrario no realizan el mantenimiento, resultados recientes de un trabajo de investigación indican que en las zonas afectadas por incendios en Quillón al menos un 70% de las viviendas no cumplen con las medidas de prevención. Para el futuro, la ciudad y las áreas rurales deberán rediseñar las viviendas y usar materiales que reduzcan el riesgo a quemarse.