Con el apoyo de la Fundación para la Innovación Agraria (FIA), tres amigos deciden innovar y apuestan por producir vinos con personalidad única por el tipo de suelo y clima...
Con el apoyo de la Fundación para la Innovación Agraria (FIA), tres amigos deciden innovar y apuestan por producir vinos con personalidad única por el tipo de suelo y clima del territorio. Se trata de las Pinot Noir, Chardonnay y vides asilvestradas.
A fines de octubre se terminó de plantar en Isla de Pascua, región de Valparaíso, cepas de Chardonnay, Pinot Noir y vides asilvestradas. La innovación del proyecto es producir vino – de calidad, con características diferenciadoras, tanto en el origen y en la variedad de uva – en un territorio que hasta el momento no lo hace por sus condiciones extremas de clima y suelo; además de descubrir una potencial cepa que hasta la fecha se desconoce su huella genética.
Isla de Pascua, ubicada en el Océano Pacífico a 3500 km de distancia del continente, recibe más de 200.000 turistas al año. A pesar de ser unos de los lugares más aislados del planeta, es un destino mundialmente reconocido por su cultura e historia. Por ello, la Fundación para la Innovación Agraria (FIA), servicio del Ministerio de Agricultura, decide apoyar esta iniciativa liderada por tres amigos, a fin de entregar diversificación productiva y por qué no, transformarse en un hito para el sector vitivinícola nacional.
El equipo humano lo integra el destacado enólogo Fernando Almeda Olle; el Ingeniero Agrónomo, Álvaro Arriagada; y el agricultor Poky Tane Haoa Hey, viviendo estos dos últimos en la localidad portuaria de Rapa Nui, Hanga Roa.
“El objetivo es realizar un vino de calidad, con características diferenciadoras, tanto en el origen, la variedad de uva y la manera particular y única de vinificar, esto aportará un producto de alto valor agregado a la Isla y al país, además de desarrollar una línea de negocio innovadora en la ínsula, invitando y compartiendo la información técnica con los proyectos vitivinícolas en desarrollo”, cuenta Fernando Almeda, agregando que la iniciativa es un hito pues allí “existen viñas antiguas abandonadas pero establecidas y aclimatadas en las faldas del volcán Rano Kau y en segundo lugar puede ser una alternativa local productiva para poder darle mayor valor al turismo relacionado con la gastronomía. Un proyecto innovador”.
Hoy
Por el momento, añade Almeda, a fines de octubre “se terminó de plantar las 2 hectáreas de Chardonnay, Pinot Noir, además de material vegetal de la Isla. No sabemos – específicamente – que variedad o variedades son”. Sin embargo, de lo que sí hay certeza es que se espera obtener un vino fresco (no se descarta el vino espumoso), que refleje el carácter varietal de la uva, características que se obtendrán a través del ensayo de diferentes protocolos de vinificación.
La Isla
Para Poki Tane Francisco Haoa, el trabajo además significa una conexión especial pues si bien se habla de un futuro prometedor; el pasado es la fuerza que lo hace avanzar. “En el aspecto histórico toponímico, para mi gente de Rapa Nui, la iniciativa es algo que tiene un valor tremendo. Por lo mismo, cualquier anciano puede ubicar exactamente dónde se emplaza el proyecto. Nuestra plantación está específicamente en “Pu Ika ta’e Hape” sector “Ra’e Paoa”, camino al Ahu Akivi. Tengo un lazo único por nuestra tierra pues mi abuelo plantó en ese lugar, mi padre siguió su ejemplo y ahora yo también me sumé. No es solo la tierra, es la historia… todo lo que se vivió en el lugar hasta hoy”, expresa Poki.
En esa línea, el director ejecutivo de FIA, Álvaro Eyzaguirre, sostiene que “uno de los objetivos de nuestro proceso de modernización es que la innovación agrícola llegue a todo el territorio nacional, incluso a zonas extremas. Así que estamos muy entusiasmados de esta iniciativa que permitirá la apertura a nuevos mercados gracias a dos factores muy importantes: diversificación productiva y la posible introducción de nuevas cepas al sector vitivinícola, uno de los motores económicos de Chile”.
Desafíos
Como en todo proceso innovador, hay desafíos. Así cuenta Álvaro Arriagada, quien vive en la Isla hace cuatro años y se ha empapado de la cultura y geografía polinésica que sin duda es muy particular. “Por el minuto hay desafíos más bien técnicos donde deberemos controlar o medir los factores climáticos, entre ellos el viento y su efecto, además del control de malezas, al tener de alta humedad, estas se desarrollan con mayor rapidez”. Por otro lado, dice, “el riego en la Isla es también importante porque a pesar de ser un clima subtropical, hay minutos que tenemos que regar sobre todo en la plantación”.
Después de la brotación, durante el periodo vegetativo, es necesario aplicar fungicidas y pesticidas naturales, de manera preventiva para control de oídio y el mildiu, además de fertilizar y regar las plantas según sus necesidades. El control de malezas se hará con el uso de mulch plástico, herbicida y cultivo del suelo con motocultivador.
Finalmente, desde el punto de vista social, concluye Arriagada, “tenemos que ir socializando con la comunidad, explicando esta nueva tecnología y forma de trabajar. La mayoría de la gente tiene experiencia en el turismo – que es muy distinto al mundo agrícola – así que aquí tenemos un desafío importante”.