Estos proyectos funcionan como espacios de innovación, aprendizaje y transferencia de conocimientos, donde se emplean prácticas sostenibles.
En las laderas de un cerro que domina el paisaje de Punta Arenas, Macsemina Cheuquepil cultiva algo más que papas: forja una conexión simbiótica con la tierra, uniendo tradición, ingenio y sostenibilidad. Originaria de Chiloé, donde germinó su amor por la tierra, la agricultora adoptó una técnica que evoca el ancestral sistema de terrazas de los incas, aprovechando la caída natural del agua en un terreno árido. “Cuando vives en un lugar donde siempre falta agua, aprendes a trabajar con lo que tienes. La pendiente se ha vuelto mi aliada”, explica con orgullo.
Más de 30 kilómetros al sur, Javier Ruiz, ganadero y agrónomo formado en Alemania, combina conocimientos modernos con las enseñanzas de su abuelo. En su predio, las praderas reflejan la convivencia armoniosa entre tecnología y tradiciones. Gracias a un sistema de riego eficiente, asegura el forraje necesario para enfrentar los inviernos magallánicos. “El legado de mi abuelo es un recordatorio de que la tierra nos da lo que necesitamos si la cuidamos. Lo que hago es devolverle un poco de lo que me da”, comparte Javier, mostrando un ingenioso sistema de almacenamiento de agua que equilibra eficiencia y respeto por el medioambiente.
Agroecología
Ambas historias convergen en un ambicioso proyecto liderado por la Fundación para la Innovación Agraria (FIA) y el Instituto de Desarrollo Agropecuario (INDAP), que busca convertir experiencias como las de Macsemina y Javier en faros agroecológicos para la región. Este programa contempla la creación de centros piloto que funcionarían como espacios de innovación, transferencia de conocimientos y prácticas sostenibles. Inspirados en una integración de saberes científicos y tradicionales, los faros agroecológicos buscan capacitar a agricultores, técnicos y comunidades en sistemas de producción que promuevan la sostenibilidad económica, social y ecológica.
Durante una visita reciente a los predios de Punta Arenas y Puerto Natales, autoridades y expertos destacaron el impacto de estas prácticas. Irene Ramírez, seremi de Agricultura, expresó que “estas iniciativas tienen un potencial que trasciende la producción agrícola; son una expresión de identidad y un testimonio del profundo compromiso de los agricultores con la tierra que cultivan”.
Cambio climático
Por su parte, Carlos Venegas, director del Centro de Educación y Tecnología de Chiloé, enfatizó la relevancia de incorporar el conocimiento tradicional en la agroecología. Destacó que, aunque los sistemas de algunos agricultores pueden presentar limitaciones, “tienen una base sólida y bien adaptada a las condiciones locales”. Según él, la transición hacia la agroecología debe unir prácticas tradicionales con avances científicos para fortalecer la producción local, y es crucial que las técnicas modernas apoyen y mejoren los métodos tradicionales.
Además, señaló el impacto del cambio climático en Chile, sugiriendo que las prácticas tradicionales pueden servir de base para sistemas agrícolas más sostenibles. Venegas llamó a valorar a los pequeños y medianos agricultores como actores clave en la lucha contra el cambio climático y la seguridad alimentaria. Reiteró que, aunque a menudo se subestima su potencial, la agricultura campesina y la ganadería tienen un valor inmenso que debe aprovecharse con políticas públicas adecuadas y un enfoque más integral.
Puente entre tradición e innovación
Para Gabriel Zegers, director regional de INDAP, el proyecto representa un puente entre tradición e innovación: “Con expertos como Carlos Venegas adaptamos experiencias exitosas de otras regiones a nuestra realidad. Estos faros agroecológicos no solo beneficiarían a los agricultores locales, sino que inspirarán a otros, mostrando que la agroecología es una herramienta poderosa frente a los desafíos climáticos y productivos”.
Una de las primeras etapas sería conocer otras experiencias y hacer una gira técnica a Chiloé, bajo la guía del Centro de Educación y Tecnología (CET).
Ignacio Delfino, jefe de Desarrollo Territorial de FIA, agregó: “Estamos construyendo una red que combina innovación y tradición. Estas metodologías, probadas en otros lugares, encuentran en Magallanes terreno fértil. No solo mejoran la sostenibilidad productiva, sino que rescatan prácticas ancestrales adaptadas a climas extremos. Con inversión estratégica y el compromiso de los productores, estamos sembrando un modelo que puede transformar la agricultura regional y ser ejemplo en todo el país”.
Mientras el proyecto avanza, Macsemina continúa desafiando la pendiente y Javier perfecciona una ganadería sustentable con el entorno. Ambos coinciden en que su mayor logro sería inspirar a otros campesinos. “Si lo que hacemos motiva a alguien más, ya hemos ganado”, concluye Macsemina con una sonrisa. En Magallanes, el campo no solo produce alimentos, siembra esperanza y demuestra que el futuro de la agricultura está en la reinterpretación consciente y creativa de sus raíces.