La mayoría de los expertos sostiene que su instalación en una lechería no debería apuntar a ganar dinero con la venta de biogás, sino a tener una industria más responsable,...
La mayoría de los expertos sostiene que su instalación en una lechería no debería apuntar a ganar dinero con la venta de biogás, sino a tener una industria más responsable, limpia y amigable con el medio ambiente. (Revista del Campo/El Mercurio).
«Hoy los proyectos de biodigestión en el rubro lechero no se rentabilizan con la producción de energía». Tajante es la conclusión de Felipe Kaiser, director ejecutivo de MK Energía, al analizar esta alternativa que une la posibilidad de que la producción energética, a través del manejo de los desechos, genere ingresos alternativos y dé mayor sustentabilidad a esta producción.
Es que las cosas han cambiado muchísimo en los últimos años. Así, por ejemplo, si en 2013 cada Megavatio/hora de biogás -uno de los elementos resultantes del proceso de biodigestión- se transaba en el mercado a US$ 129, en noviembre de 2017 esa cifra retrocedió hasta US$ 32,5.
Sin embargo, la alternativa de un biodigestor va más allá que solo generar ingresos económicos. La mayoría de los expertos sostiene que su instalación en una lechería no debería apuntar a ganar dinero con la venta de biogás, sino a tener una industria más responsable, limpia y amigable con el medio ambiente.
Para Annika Schüttler, jefa de proyectos de energía de la Cámara Chileno-Alemana de Comercio e Industria (Camchal), uno de los principales motivos que hacen que los productores lecheros no se entusiasmen demasiado con la idea de instalar un biodigestor en sus explotaciones es la baja producción de biogás que se logra.
«Esto lleva a que los proyectos tengan un retorno económico lento, sobre 10 años. Sin embargo, hay que tomar en cuenta también los beneficios ambientales que se asocian a la implementación de los biodigestores», asegura Schüttler.
«La mayoría de nuestros clientes está evaluando seriamente un proyecto de biogás bajo esta lógica, en la que el objetivo sea reducir olores, moscas y, en definitiva, no molestar a los vecinos con los desechos», afirma Felipe Kaiser.
Elegir el adecuado
Por lo mismo, antes de decidirse a desarrollar un proyecto de biodigestión, es importante tener claro con qué objetivo se hará y a partir de ello decidir qué se instalará.
Un primer elemento a considerar es el tamaño de la instalación.
Según Alejandro Chacón, director de Ecodiseño.cl Limitada, esto dependerá de la escala a la que trabaje la empresa/productor. Así, mientras los más grandes pueden llegar a soportar 15 mil metros cúbicos de material, los más pequeños solo podrán contener entre 5 y 8 metros cúbicos.
«Un productor lechero que tiene 700 vacas y produce cerca de 5 toneladas de purines por día, va a necesitar uno de 1.000 metros cúbicos para poder trabajar bien y tranquilo. Sin embargo, es más común, por un tema de costos, adquirir dos de 500 o 600 metros cúbicos», advierte.
Otro elemento que se debe considerar es la posibilidad de requerir de fuentes energéticas.
Según Javier Pérez Medel, ingeniero civil mecánico de la Universidad de Chile, el biodigestor más usado en la agroindustria chilena, sobre todo en el rubro lechero y porcino, es el de «mezcla completa».
«En este caso, los desechos son integrados dentro del reactor y se dejan reposar allí a una temperatura ideal, de 38 °C a 40 °C. Por tanto, este tipo de biodigestores requerirán de una fuente de calor artificial externa que permita mantener estos valores», explica.
Lo importante, dicen los expertos, es considerar que con los biodigestores que se usan normalmente en Chile, se pueden conseguir algunos beneficios interesantes. Así, por ejemplo, según Mario Ávila, gerente general de Biotecsur, empresa dedicada a la construcción, operación y mantención de biodigestores, si se le entregan los purines de 1.000 vacas lecheras, alimentadas entre 12 y 18 horas diarias, se podrá generar el equivalente a 1.000 kW/día, es decir, 50 kW/hora durante 20 horas.
La otra alternativa
Aún cuando el objetivo sea la sustentabilidad ambiental, si el biodigestor genera algún ingreso, mejorará el retorno de la inversión. Una alternativa para aumentar la rentabilidad de la instalación de un biodigestor en una lechería, es apuntar a la producción de digestato.
«Esta corresponde a la fracción orgánica no digerida que sale del digestor, la que tiene interesantes propiedades como fertilizante orgánico y mejorador de suelos para el uso del propio plantel agrícola», indica Ricardo Irarrázabal, subsecretario de Energía.
Según Felipe Kaiser, este producto es capaz de entregar grandes beneficios al suelo y a las plantas, debido principalmente a su alto contenido de nitrógeno, fósforo y potasio y sus cualidades herbicidas.
«Además, es mucho más seguro que aplicar purines directamente. De hecho, se puede asegurar que patógenos como la Escherichia coli o la salmonella no estarán presentes en la mezcla», advierte.
Y es que en Chile su uso está regulado por la norma 3375, de 2015, que establece estándares de calidad y sanidad mínimos para su producción. Con ella, por ejemplo, se asegura la eliminación de bacterias y huevos de helmintos, y que el producto resultante se encuentre libre de olores y metales pesados, entre otras cosas.
Lo más importante, según afirma Alejandro Chacón, es que el digestato les permite a los productores lecheros tener un retorno rápido de su inversión.
«Todo lo que se invierte en purines, la mantención del biodigestor y la comida de las vacas, se recupera ahorrando en fertilizante. Hemos visto casos donde el agricultor, en 6 meses a un año, ya recupera todo el capital», asegura.