En plantas sometidas a iluminación constante, el llamado moho gris creció 75% menos que en oscuridad, lo que abre la posibilidad de cambiar la forma en que se almacenan y...
En plantas sometidas a iluminación constante, el llamado moho gris creció 75% menos que en oscuridad, lo que abre la posibilidad de cambiar la forma en que se almacenan y transportan frutos de alto interés comercial para el país (EMOL.com).
Puede que no tenga el poder de un sable láser, pero una buena dosis de luz puede combatir a un enemigo casi tan siniestro como Darth Vader: el hongo Botrytis cinerea.
Al menos eso es lo que sospechan investigadores del Instituto Milenio de Biología Integrativa de Sistemas y Sintética (iBio), tras estudiar el comportamiento de este microorganismo, también conocido como moho gris, y que es capaz de infectar a más de 200 especies vegetales. En Chile afecta a más de 60 cultivos, incluyendo uvas, arándanos, tomates, frutillas y muchas otras frutas de exportación de gran importancia comercial para el país.
Implacable, el hongo puede atacar a plantas y frutas en el campo, mientras está almacenada en refrigeradores o cuando viaja en containers hacia su destino en otros países, pudriéndola inexorablemente.
Para entender mejor su biología, Luis Larrondo, director del iBio y académico de la Universidad Católica de Chile, y Paulo Canessa, investigador del Centro de Biotecnología Vegetal de la Universidad Andrés Bello y del iBio, crearon un modelo de B. cinerea modificándolo genéticamente para eliminar su capacidad de responder a luz.
Luego infectaron plantas con el hongo y compararon lo que ocurría al exponerlas por varios días a oscuridad total, a luz blanca permanente y a ciclos de 12 horas de luz y 12 de oscuridad.
Al cabo de 3 a 4 días, “la diferencia fue enorme entre las expuestas y no expuestas a la luz”, dice Canessa. En condiciones de oscuridad absoluta -como la que experimenta la fruta de exportación en su transporte en contenedores-, el hongo se propagó 75% más que en las plantas sometidas a luz constante, señala el investigador.
Usar un hongo mutado permite saber que la luz ejerce su acción sobre este patógeno, no sobre los mecanismos de defensa de la planta atacada.
Estrategia amigable
“Demostramos que una señal ambiental externa como la luz disminuye la virulencia del hongo, lo que eventualmente podría significar que si mantienes iluminada la fruta mientras viaja en contenedores, la posibilidad de que el hongo se reproduzca y crezca es menor”, afirma Larrondo. Lo mismo podría hacerse en packings o en cámaras de refrigeración.
Esta sería una medida no invasiva y ambientalmente amigable, cuyo impacto podría ser alto, considerando que solo en el caso de la uva, el 19% de la producción en Chile se vio afectada por el hongo en 2017.
El estudio permitió además detectar que B. cinerea tiene un reloj circadiano que hace que su comportamiento varíe durante el día: el hongo es más agresivo cuando la primera interacción con la planta a la que ataca ocurre de noche. “Por lo tanto, aplicar los fungicidas que se emplean para su control puede ser más efectivo a ciertas horas”, señala Larrondo.
Canessa subraya que todo esto debe ahora probarse fuera del laboratorio e infectando frutas de interés comercial en cámaras de poscosecha, o simulando las condiciones en que se exporta.
“El problema es que nos han faltado partners tecnológicos que estén en condiciones de probarlo científicamente en el campo o en contenedores”, añade Larrondo, quien confía en que “aun si la tasa de infección resultara mucho menor que en condiciones de laboratorio, habría un impacto positivo, considerando que las pérdidas por Botrytis cinerea alcanzan millones de dólares”.