Columna de opinión: Dr. Rodrigo Arias I., académico del Instituto de Producción Animal de la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad Austral de Chile. A comienzos de los años...
Columna de opinión: Dr. Rodrigo Arias I., académico del Instituto de Producción Animal de la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad Austral de Chile.
A comienzos de los años 90 sonaba en las radios “Vientos de cambio”, una canción del grupo Scorpions, la que actualmente se ajusta muy bien al cambio de paradigma que vive el mundo de la nutrición humana. Esto poque hace unos pocos días atrás, el 1 de octubre, una de las revistas médicas más prestigiosas (Annals of Internal Medicine) publicó un artículo que prueba que la evidencia en contra las carnes rojas respecto de su efecto en la salud de las personas (cáncer y cardiovasculares) son muy débiles. El artículo corresponde a un consorcio mundial de 19 investigadores (NutriRECS) de siete países.
Cabe destacar que los miembros de este Consorcio fueron seleccionados por su falta de conflictos de interés y su habilidad para evaluar la calidad de la evidencia científica. Ellos realizaron una revisión exhaustiva y sistemática del contenido y la calidad de cientos de estudios que involucran a millones de sujetos asocaidos al consumo de carnes rojas. Los autores utilizaron un sistema ampliamente aceptado para clasificar la evidencia científica conocida como GRADE, el que pondera los hallazgos de estudios dietéticos controlados aleatoriamente más que los provenientes de estudios observacionales. Estos últimos son los que comúnmente muestran un vínculo entre la carne y las enfermedades.
No obstante estas investigaciones observacionales presentan muchas variables de confusión como la veracidad de los registros dietéticos y la tendencia de las personas que siguen dietas a emprender otros comportamientos que promueven la salud general. El sistema GRADE también otorga un mayor valor a los hallazgos de estudios que no están financiados por intereses privados. En su revisión, los investigadores no encontraron una asociación estadísticamente significativa o importante entre el consumo de carne y el riesgo de enfermedad cardíaca, diabetes o cáncer.
Recordemos que desde los años 80 en adelante, de manera sistemática, se ha recomendado a la población mundial disminuir el consumo de carnes rojas por sus supuestos efectos nocivos en la salud (cancer y cardiovascuales). Desde entonces se han reducido el consumo de estos productos y aumentado el de carbohidratos refinados. A modo de ejemplo, en Estados Unidos se ha reducido el consumo de carnes rojas casi en un 28 %, siendo reemplazados por el pollo y cerdo. Durante este mismo período, se han incrementado la diabetes y la obesidad. Los críticos de las guías nutricionales han afirmado durante mucho tiempo que las Directrices dietéticas y sus prohibiciones contra la carne no se basan en la mejor evidencia científica.
«La creencia de que la carne roja causa problemas de salud se ha basado en la ciencia débil y poco confiable», dijo Nina Teicholz, agregando que. «Desafortunadamente, nuestros expertos en nutrición se han acostumbrado a confiar en este tipo de ciencia observacional poco confiable, pero ahora hay un movimiento para avanzar hacia evidencia más sólida y rigurosa».
El cambio de este paradigma es y será un proceso lento y que debe vencer muchas barreras, comenzó siendo de salud, con el tiempo se está demostrando que nunca han existido pruebas sólidas al respecto, ahora es el cambio climático. Desde mi perspectiva creo que cualquier evidencia científica sólida que de respaldo y describa por qué el consumo de carne roja, un suministro de proteínas básicas para los humanos durante miles de años, es postiva para la salud y el ambiente es bienvenida.