Publicación incorpora temáticas de género, de agrobiodiversidad, y de cómo desde un punto de vista educacional y político estas huertas se han insertado recientemente en contextos urbanos (Mundo Agropecuario). Quince...
Publicación incorpora temáticas de género, de agrobiodiversidad, y de cómo desde un punto de vista educacional y político estas huertas se han insertado recientemente en contextos urbanos (Mundo Agropecuario).
Quince capítulos que recopilan experiencias, estudios empíricos y reflexiones teóricas desde el desierto de Atacama hasta el archipiélago de Chiloé conforman “Huertas familiares y comunitarias: cultivando soberanía alimentaria”, libro lanzado en el Campus Villarrica UC y enmarcado en un proyecto de la Fundación para la Innovación Agraria (FIA).
La publicación, realizada por los profesionales Tomás Ibarra, Antonia Barreau, Natalia Pessa y Julián Caviedes incorpora temáticas de género, de agrobiodiversidad, y de cómo desde un punto de vista educacional y político estas huertas se han insertado recientemente en contextos urbanos.
Así, “Huertas familiares” recoge en un par de capítulos una investigación desarrollada en la región de La Araucanía en la observación de que muchas comunidades mapuche no tenían acceso a sus lugares ancestrales de recolección de productos forestales y cuando al fin tenían la oportunidad de acercarse a ellos -ya fueren áreas protegidas o terrenos privados- a veces sacaban algunas plantas y se las llevaban a su casa donde las sembraban en sus huertas.
“Esto tiene una connotación vinculada con la soberanía alimentaria, con que los pueblos y comunidades decidan sobre sus procesos alimentarios y productivos”, indica Tomás Ibarra, uno de los autores del libro.
Una segunda etapa en la recopilación de experiencias, condujo al análisis de las huertas familiares de los llamados migrantes por estilo de vida, personas que provienen de Santiago u otras ciudades, que poseen un título profesional en su gran mayoría y cuyo primer ingreso no deriva de la agricultura.
Tanto en la primera como en la segunda etapa del proyecto, se emprendió un proceso de fortalecimiento del tejido social agrícola entre agricultores consistente en el desarrollo de varios talleres agrícolas y agroecológicos que se hicieron en formato de campesino a campesino o incorporando a agroecólogos, se realizaron giras para conocer distintas experiencias agrícolas en las regiones de La Araucanía y Los Ríos y se celebró un trafkintu o jornada de intercambio de semillas y saberes.
Huertas indígenas: evolución y sincretismo
Existe una adaptación e innovación contaste en la agricultura. Según los editores el libro, quizá no existe una huerta mapuche en un sentido tradicional pero sí subsisten patrones que se comparten, mecanismos de adaptación y resiliencia. Ya no existen los mismos cereales que estaban a la llegada de los españoles, por ejemplo. No obstante, la agricultura se autorecrea y hoy es posible registrar al menos 38 tipo de porotos y 285 tipos de plantas cultivadas en la Araucanía. “Estos son valores extraordinarios de biodiversidad; hay variedades muy antiguas de maíz lo que responde a una vinculación que va más allá de lo netamente mapuche ya que debemos recordar que originalmente el maíz se domesticó en Mesoamérica. La agricultura es una forma muy icónica de revisar cómo se va adaptando y transformado la cultura, y la huerta no escapa de eso”, asevera Ibarra.
“Creemos que la publicación que ha surgido del proyecto Huerta andina de La Araucanía es un importante aporte para el desarrollo integral de este territorio, entendiendo que poniendo en valor la producción agroecológica que acá se realiza, de la mano con el desarrollo del paquete turístico llamado “Conoce mi Huerta”, ayudará a todas estas comunidades a diversificar sus ingresos, potenciando aún más su actividad”, indicó el Representante Macrozonal Araucanía y Los Ríos de FIA, José Rüth Inostroza.
Rol de la mujer
La investigación arrojó también que el 89 % de las huertas pesquisadas son trabajadas por mujeres, quienes deciden qué producir. En espacios que miden en promedio entre 50 y 150 metros cuadrados, y que son una extensión del espacio doméstico, la mujer posee la soberanía de decidir cómo desea alimentar a su familia. Este poder refleja una trayectoria no solo colectiva sino individual, ya que es influida por el intercambio y los gustos personales, entre otros factores.