En seis años, variedades de duraznos y nectarines desarrolladas por el Laboratorio de Mejoramiento Genético y Calidad de la Fruta de la Universidad de Chile, han alcanzado unas 350 hectáreas...
En seis años, variedades de duraznos y nectarines desarrolladas por el Laboratorio de Mejoramiento Genético y Calidad de la Fruta de la Universidad de Chile, han alcanzado unas 350 hectáreas plantadas y cerca del 20 por ciento de las ventas de plantas a nivel nacional. A las proyecciones de crecimiento en este ámbito, se suma la promisoria comercialización de nuevas variedades de ciruelas y kiwis (Mundo Agropecuario-Universidad de Chile).
Adaptación a diversas condiciones climáticas, mayor resistencia a enfermedades y mejor sabor, aspecto, textura y crocancia son cualidades centrales en el actual mercado internacional de la fruta. La generación de valor agregado en esta línea es el foco del trabajo que desde hace casi 20 años realiza el Laboratorio de Mejoramiento Genético y Calidad de la Fruta, perteneciente a la Facultad de Ciencias Agronómicas de la Universidad de Chile. La investigación impulsada por esta unidad, dirigida por el académico Rodrigo Infante, ha concentrado el interés de la industria frutícola, que hoy ve como a través de la genética puede abrir nuevos mercados al diversificar y mejorar la calidad de su oferta.
Éxito comercial
Una nueva variedad de durazno y cuatro de nectarines son los protagonistas de esta transferencia de conocimientos e innovaciones al sector frutícola que se ha vuelto un éxito comercial. De acuerdo al anuario 2018 de la Asociación de Viveros de Chile y los registros de la Andes New Varieties Administration, actualmente existen unas 350 hectáreas dedicadas a la producción de estas frutas creadas y licenciadas por este laboratorio, superficie que representa un 16 por ciento del total nacional en nectarines. En los últimos años, cerca del 20 por ciento de las ventas anuales de este tipo de plantas a huertos comerciales chilenos corresponden a variedades creadas en la Universidad. El impacto actual en la economía nacional por exportaciones de nectarines provenientes de las nuevas variedades, son del orden de $USD 7,5 millones en promedio al año. Estados Unidos, Europa, Asia y otros países de Latinoamérica son los principales destinos de estos nectarines y duraznos que han ganado terreno en el paladar de los consumidores internacionales.
“En este momento, además, estamos inscribiendo dos nuevas variedades de nectarín. En general, son variedades que tienen un estándar muy alto desde el punto de vista de la calidad sensorial. Además, tienen la particularidad que fueron seleccionadas como variedades que soportan largos períodos de postcosecha, permitiendo así llegar, por ejemplo, a los mercados asiáticos que están muy distantes de Chile. Esto seguirá subiendo porque ya son exportadas, están validadas y les ha ido bien”, explicó el académico sobre el impacto comercial que han tenido particularmente las variedades de nectarines Andes nec3 y Andes nec4, cuyas plantaciones se encuentran distribuidas principalmente entre la Región Metropolitana y la Región del Libertador Bernardo O’Higgins. Las proyecciones en este escenario, comentó, apuntan a alcanzar las 1.000 hectáreas plantadas en los próximos años.
Otro producto con un futuro igualmente promisorio es “Sweet Pekeetah”, una nueva variedad de ciruela “con muy buena vida de postcosecha, que es muy dulce y crocante. Está pensada para que sea del gusto de los consumidores asiáticos, sobre todo en China. Ha tenido una gran recepción de parte de la industria y creemos que tendrá gran éxito comercial”, afirmó el profesor Infante. La Universidad de Chile generó este año dos contratos de licencia con viveros importantes para la comercialización de este nuevo tipo de ciruela. De esta forma, se proyecta un crecimiento significativo a partir del 2019. “En los próximos cuatro años esperamos alcanzar unas 180 hectáreas plantadas, algo así como 200 mil plantas”, agregó.
La incorporación de estas nuevas variedades frutales a la industria ha permitido incrementar ingresos tanto a privados como a la misma Universidad al conseguir mejores precios de venta, lo que se debe principalmente a la preferencia de los consumidores durante la época en que el hemisferio norte no genera estos productos y el hemisferio sur del planeta sí. Es que si bien estas nuevas frutas tienen un costo mayor que las variedades estándar, por el pago de royalties que protegen la propiedad intelectual, la validación del mercado ha estado dada por la calidad superior del producto, además de permitir una mayor eficiencia en la producción y en la distribución. La clave del éxito, explicó además el académico, ha sido el mejoramiento genético participativo, integrando tempranamente a los productores en la evaluación de las candidatas a convertirse en nuevas variedades.
Proyección internacional
El sello particular de este programa a nivel global es el desarrollo de nuevas variedades con una larga vida de postcosecha. Esto lo diferencia del trabajo de laboratorios italianos, franceses y californianos que no han incorporado como eje este criterio, por no representar una necesidad relevante para el abastecimiento de sus mercados locales. El laboratorio del profesor Infante, de esta forma, se ha enfocado en uno de los mayores problemas de los productores locales que exportan al hemisferio norte.
Sin embargo, la exitosa labor en mejora genética de la Universidad de Chile también está interesando a productores locales de países de esa y otras zonas del mundo. Actualmente, duraznos, nectarines y ciruelas, pero también kiwis y damascos están en proceso de validación para que puedan ser plantadas en Estados Unidos, Europa y Sudáfrica. “Hasta ahora, las primeras evaluaciones de variedades de nectarines están siendo bastante promisorias. Esto sería muy interesante, porque nuestra investigación ya no sólo se traducirá en exportación de fruta, sino que también exportaremos conocimiento”, destacó el investigador de la Universidad de Chile.
“Lihuen”, una nueva variedad de kiwi de pulpa amarilla, desarrollada en colaboración con la Universidad italiana de Udine, así como distintas selecciones de damascos generadas por el laboratorio están en proceso de validación por la industria chilena y extranjera. “Todavía falta dar un salto comercial en esta línea. Ya están siendo evaluadas como plantas en California, en Francia y en Sudáfrica también, pero aún no tienen desarrollo comercial en esos países. Yo creo que de aquí a unos cuatros años más algunos de ellos tendrán éxito”.
El caso del damasco resulta de particular interés por la posibilidad de reactivar esta industria a nivel nacional, decaída por el uso de variedades antiguas de calidad discreta. “Nosotros ahora tenemos selecciones muy interesantes, que son autofértiles y resistentes al virus de Sharka. Existe interés en el sector frutícola chileno. También está en evaluación en la industria sudafricana, con quienes estamos desarrollando una alianza para su plantación allá y generar modelos de negocios para su comercialización.
Calidad y productividad
El trabajo del laboratorio es la experimentación con genética convencional. La exploración de nuevas variedades se realiza principalmente a través del cruce de plantas de la misma especie para luego identificar individuos que reúnan propiedades óptimas asociadas a criterios que pueden ir desde el sabor, mejor textura, aspecto y dimensiones, hasta su resistencia a condiciones climáticas adversas o larga vida de postcosecha.
También se ha trabajado en la generación de patrones más resistentes y mejor adaptados para huertos de nogales y almendros. Esta técnica, es útil para aportar ciertas cualidades a los cultivos, como una mejor adaptación a condiciones de baja disponibilidad de agua o la producción de frutos de mayor tamaño.
“Estamos haciendo cruzamientos con germoplasma de especies que crecen en condiciones muy adversas, en zonas con alta salinidad, altas temperaturas y restricciones hídricas, también que sean resistentes a ciertas enfermedades. Esta última línea de investigación es particularmente importante en relación al nogal, que es afectado por hongos que existen en el suelo, y que cuando se presentan diezman los huertos”, indicó el investigador de la Universidad de Chile.
Los buenos resultados en las distintas líneas de trabajo sobre mejora genética, aclaró el académico, son producto de un proceso lento, pero que ha sido valorado por el sector privado. “Las nuevas variedades vegetales que producimos tienen que ser evaluadas durante largos períodos de tiempo para analizar la consistencia de su productividad y calidad. Nosotros empezamos hace 20 años con duraznos y nectarines. Hoy el programa está maduro y generando nuevos productos con mayor regularidad», concluyó el profesor Infante.