El investigador Mauricio Rondanelli, del Campus Los Ángeles de la Universidad de Concepción, se proponen generar una certificación de calidad del origen de la miel (Mundo Agropecuario). Entre los diez...
El investigador Mauricio Rondanelli, del Campus Los Ángeles de la Universidad de Concepción, se proponen generar una certificación de calidad del origen de la miel (Mundo Agropecuario).
Entre los diez proyectos adjudicados por la Universidad de Concepción en el último Concurso Fondef IDeA I+D 2019 de Conicyt, está el denominado “Desarrollo de un sistema optoelectrónico para detección y cuantificación de adulteraciones en miel producto de diluciones de jarabes endulzantes y su correcta determinación del origen botánico”, liderado por los académicos Juan Pablo Staforelli (UdeC) y Pablo Coelho (Universidad San Sebastián). “Quien primero detectó este problema-oportunidad fue el Dr. Carlos Saavedra. Él se acercó a nosotros para presentárnoslo y lo fuimos mejorando con el tiempo, en términos de proyecto”.
Junto al equipo del Laboratorio de Palinología y Ecología Vegetal dirigido por el investigador Mauricio Rondanelli, del Campus Los Ángeles de la UdeC, se proponen generar una certificación de calidad del origen de la miel, dado que se ha demostrado que la producida en Alto Biobío posee propiedades únicas en el mundo. Esto se puede realizar a través de un procedimiento de análisis basado en un microscopio adaptado a una tecnología optoelectrónica multiespectral con capacidad para comprobar, por una parte, el origen botánico monofloral de la miel local, y por otra, la adulteración del producto, que en ocasiones incorpora diluciones de jarabes endulzantes, lo que afecta su calidad nutricional.
“El grupo de Mauricio Rondanelli hace estudios del polen que está presente en la miel para innumerables usos científicos, entre ellos, la construcción de palinotecas o banco de datos del polen, que sean lo más robustas y precisas posible, que permite clasificar y ordenar las especies presentes en la región. Estos datos deben actualizarse con cierta periodicidad. Ellos, a través de un análisis de una muestra laminar de miel en un microscopio pueden clasificarla y conocer, por ejemplo, el porcentaje de presencia de contaminantes o su característica monofloral, bifloral y multifloral, entre otras cualidades, pero todo esto se hace a través de un conteo de cada elemento que podríamos denominar ‘artesanal’, al ojo del analista, lo que hace que el proceso sea muy largo y tedioso”, explica el investigador.
Si bien este proceso se implementa comúnmente con fines científicos, a este laboratorio UdeC acuden regularmente pequeños productores de miel interesados por agregar valor a su producción a través de una certificación y validación científica de la pureza de su miel. “Si vas al supermercado, al comprar miel de ulmo, por ejemplo, no existe ningún indicador cuantitativo que permita a los consumidores comprobar que esa miel efectivamente es de ulmo. Solo le queda confiar”. Al mismo tiempo, facilitaría la identificación de productos alterados. “Las formas de adulterar la miel son muy simples: se les agrega jarabes edulcorantes y agua para diluirla”, explica Staforelli.
El desafío que se plantea es importante, desde el punto de vista económico, dado que durante los últimos años han ingresado al mercado chileno grandes cantidades de miel proveniente de Argentina y China, lo que ha presionado una disminución en los precios a los que los productores locales pueden comercializar su producto. “Nuestro desafío es establecer un proceso que optimice el análisis de la miel a través de la tecnologización para realizar más rápido el proceso de clasificación floral de la miel para, por ejemplo, otorgar una certificación de su origen. Esto se facilita porque cada tipo de polen tiene características físicas bien distintivas desde el punto de vista de la geometría. Este proceso automatizado evita el riesgo del error humano que se produce por el cansancio natural que provoca la observación detallada”, detalla Staforelli.
Ciencia con impacto social
“Para el Servicio Agrícola y Ganadero, SAG, y todo el sector agrícola, la adulteración de los productos en general es un tema preocupante. Por otra parte, nuestro país no es un productor de gran volumen de miel como sí lo son China y Argentina, pero ellos quedan al debe respecto de la calidad. Nueva Zelanda presenta un caso similar a Chile, en el sentido de que han privilegiado la calidad y ellos realizaron un proceso de certificación de la miel bastante exigente, que incluye un proceso físico-químico que evalúa la presencia de agua, contenido biológico, ceniza, fertilizantes, transgénicos, entre otros elementos”, puntualiza Staforelli.
El proyecto UdeC busca implementar algo similar en Chile, pero incorporando al control de certificación a través del análisis físico-químico un proceso de entrenamiento de la máquina para que pueda diferenciar las curvas espectrales; en otras palabras, la diferenciación en colorimetría entre una miel pura y una adulterada con jarabe o diluida. “Al verla directamente, pueden verse muy parecidas, pero si la llevas a un análisis de longitudes de onda, puedes detectar las diferencias”. Esto, al ahorrar en tiempo de procesamiento, permitiría a los apicultores impulsar su producción, dándoles por ejemplo la posibilidad de generar productos premium, como en el sector vitivinícola. “En Alto Biobío y Santa Bárbara se da una especie arbórea única en el mundo, similar al ulmo, pero no cuentan con una certificación científica que es lo que esperamos poder entregarles con el respaldo de la UdeC”.
Al ser Alto Biobío una comuna particularmente aislada de los centros urbanos, con altos índices de pobreza y ruralidad, el equipo científico a cargo del proyecto espera que los resultados de su desarrollo puedan impactar en la calidad de vida de muchas familias. “Estos proyectos Fondef de ciencia aplicada tienen un objetivo de un uso práctico del conocimiento del laboratorio. Causa mucha más satisfacción realizar científicamente y tecnológicamente algo llegando a la realidad de los apicultores de Alto Biobío, quienes además están muy motivados en lograr esta certificación de su producto. Es una experiencia única, muy motivante, el poder dar valor a un sector que, además, está tan apartado y desprotegido, al margen de que todos los apicultores de Chile pueden obtener un beneficio de este proyecto”, finaliza Staforelli.