Este proyecto fue implementado por la Agencia Chilena de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AGCID), y ejecutado por los Ministerios de Agricultura y Medio Ambiente.
La iniciativa se centró en generar acciones para potenciar la producción de la tierra, los servicios ecosistémicos y la biodiversidad, en medio de la escasez de agua y la degradación del suelo.
Elevación de las temperaturas, aumento de sequías, desaparición de especies y escasez de alimentos, son algunos de los efectos que está causando el cambio climático en el planeta. Durante la última década, se ha registrado el mayor calentamiento hasta la fecha, y las proyecciones futuras de científicos, indican que en nuestro país habrá un aumento de la temperatura media de aproximadamente 2º C hacia mediados de siglo. Asimismo, se propone una disminución de entre un 15% a 20% de la precipitación media anual. Estas condiciones representan las principales amenazas para el uso sostenible de la tierra y el suministro de agua, lo que incrementará las dificultades que ya enfrentan en la actualidad las y los pequeños agricultores.
En ese contexto y en respuesta a la urgente necesidad de enfrentar esta realidad, el Gobierno de Chile, gracias al apoyo internacional, impulsó un proyecto en el secano costero de la Región de O’Higgins, una de las principales zonas agrícolas del país y una de las que más ha sufrido los efectos de la escasez hídrica. Se trata de la iniciativa “Mejoramiento de la Resiliencia al Cambio Climático de la Pequeña Agricultura”, que contó con el aporte de cerca de US$ 10 millones (equivalente a más de 7 mil millones de pesos), del Fondo de Adaptación al Cambio Climático.
Este proyecto fue implementado por la Agencia Chilena de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AGCID), y ejecutado por los Ministerios de Agricultura y Medio Ambiente, cuyo objetivo era aumentar la resistencia de más de dos mil familias agricultoras de ocho comunas del secano costero e interior: Paredones, Pichilemu, Marchigüe, La Estrella, Litueche, Navidad, Lolol y Pumanque.
Las iniciativas ejecutadas fueron diversas y los logros obtenidos fueron entregados en la ceremonia de cierre del proyecto que se realizó en la Medialuna Monumental de Marchigüe, a la que asistieron autoridades nacionales, regionales y comunales, y las familias que participaron del programa durante estos casi cinco años. En la instancia, además se realizó una feria donde se exhibió maquinaria agrícola y donde los agricultores vendieron sus productos.
El subsecretario de Agricultura, José Guajardo Reyes, destacó que Chile haya sido el primer país de Latinoamérica en obtener un financiamiento internacional de esta magnitud y el nivel estratégico involucrado en la implementación de la iniciativa. “El sector silvoagropecuario es una fuente de sustento para una proporción importante de nuestro país, especialmente entre aquellos que viven en zonas rurales y están más desprotegidos. Con mucho orgullo puedo decir que durante el año 2014, siendo seremi de Agricultura en la región de O´Higgins, le di el impulso inicial a este hermoso proyecto. Hoy, y con mayor satisfacción, veo cómo los objetivos planteados en ese momento se ven cumplidos para alegría de quienes habitan este espacio. Creo firmemente que lo aprendido en este piloto, será la base del trabajo en comunidades con crisis hídrica durante los próximos meses y años”.
Por su parte, el jefe (s) del Departamento de Coordinación de la AGCID, Iván Mertens, agregó que “el proyecto que culminamos hoy, es una demostración que nuestra agencia mantiene su compromiso para enfrentar los enormes desafíos productivos, sociales y técnicos que supone el cambio climático, para nuestra agricultura y nuestro desarrollo. La cooperación chilena trabaja alineada con los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas, es decir, entendemos el desarrollo como un proceso que debe estar consciente de las consecuencias que eventualmente se pueden generar y, la necesidad irrenunciable de evitar que las acciones humanas continúen poniendo en riesgo la vida de las sociedades”. Por otro lado, reafirmó el compromiso de AGCID de seguir trabajando en proyectos que contribuyan a mitigar los efectos del cambio climático, al tiempo de colaborar en procesos y formas de adaptación a nuevas condiciones y desafíos.
Tecnología al servicio de la pequeña agricultura
El proyecto se centró en generar acciones que enfrentaran la escasez de agua y la degradación del suelo y que potenciaran la producción de la tierra, los servicios ecosistémicos y la biodiversidad.
En esa línea, se instalaron 562 sistemas de cosechadores que permiten colectar aguas lluvias desde los techos de las casas y bodegas de los agricultores para conducirlas por canaletas y tuberías hasta un estanque acumulador. De esta manera, se puede contar con el vital recurso para riego de cultivos bajo invernaderos, huertas familiares y bebida animal.
Además se instalaron invernaderos en los patios de las casas de los agricultores, infraestructuras que les permiten trabajar durante días lluviosos y evitar daños de animales, lluvia o viento a los cultivos. También garantizan la obtención de hortalizas y plantas fuera de estación con producciones tempranas y de mejor calidad.
Juan José Espinoza es agricultor y vive junto a su esposa en la comuna de Marchigüe. A un costado de su invernadero, detalla los beneficios que éste le ha proporcionado. “Ahora podemos cosechar hortalizas que son delicadas por las heladas durante todo el año. De esta manera se tienen más controlados varios factores que son las plagas y la temperatura, le sacamos enorme provecho. En cuanto al recolector de agua, como es con riego tecnificado, se regulariza y se mantiene control de agua suficiente para lo que tengo plantado. La verdad es que este proyecto nos trajo una infinidad de cosas buenas”, destacó.
Además, se instalaron 101 sistemas fotovoltaicos en las viviendas de los agricultores, de acuerdo con sus necesidades.
“Con los paneles disminuyo los costos de consumo de luz, economizo, porque me sale más barata. También me beneficiaron mucho las visitas técnicas que recibí y las capacitaciones, así como también el kit práctico donde venía una bomba fumigadora, palas, rastrillos, almacigueras y semillas”, cuenta Úrsula Tapia, agricultora de la comuna de La Estrella.
Por otra parte, a través del uso de maquinaria agrícola moderna (tractores, sembradoras abonadoras de trigo y carros distribuidores de abono, entre otros), se realizaron labores de manejo de suelo para facilitar la infiltración de las aguas lluvias e incrementar su capacidad de retención de agua, así como también la productividad de los cultivos.
El proyecto también mejoró el uso de plaguicidas para restaurar los mecanismos de regulación natural, adicionando biodiversidad selectiva dentro del agroecosistema, a diferencia de lo que se practica en el manejo de plagas de la agricultura convencional.
Además, se realizaron mejoras genéticas de masa ganadera ovina, apícola y se perfeccionaron las praderas naturales, lo que permitió aumentar la producción de corderos.